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Contra los nuevos proyectos mineros

Por Marcelino García-Noriega.

Asturias tiene un tesoro que pocos lugares en el mundo pueden igualar: sus paisajes, su biodiversidad y, sobre todo, la calidad de su agua. Este recurso, tan abundante y a menudo subestimado, es la base de nuestra agricultura, nuestra cultura y nuestra identidad. En un momento en el que los proyectos mineros como las prospecciones en Peñamayor y las minas de Salave están en el centro del debate, debemos preguntarnos: ¿qué estamos dispuestos a sacrificar?

No es difícil entender por qué algunas personas ven en estos proyectos una oportunidad. Prometen empleo, inversión y desarrollo en una región que ha sufrido el cierre de las minas de carbón y sufre la desindustrialización. Pero la experiencia nos dice que estas promesas suelen ser limitadas y temporales, mientras que los daños provocados al medioambiente dejan una profunda huella que a veces es irreparable. En Peñamayor, por ejemplo, las exploraciones mineras podrían contaminar acuíferos que abastecen a cientos de personas pero este no es un problema que afectará solo a quienes viven cerca sino que se extenderá a través de sus canales, llevando sus nefastas consecuencias a otras zonas de Asturias.

Miremos hacia Chuquicamata, en Chile, la mayor mina de cobre del mundo. Allí, décadas de minería intensiva llevaron a la declaración de la zona como «saturada» por anhídrido sulfuroso y multitud de partículas en el aire. Los habitantes fueron evacuados, y el lugar quedó como un recordatorio de cómo la minería puede destruir comunidades enteras. Más cerca, en Sevilla, la mina de cobre Las Cruces ha dañado un acuífero vital, dejando a los vecinos con menos agua y eso que la empresa aseguraba en su página web que «el uso sostenible del agua es una máxima de compromiso». Estos ejemplos no son señales lejanas; son espejos de lo que podría suceder aquí.

El agua no solo es importante para nuestra salud y medioambiente, sino también para nuestra economía. La sidra asturiana, recién declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, depende de la calidad del agua y del aire que nutren las pomaradas. Sin un entorno limpio, perdemos la esencia de nuestras manzanas, esas que los cosecheros defienden como las mejores del mundo. Como dice Guillermo Guisasola, vicepresidente del consejo regulador de la Denominación de Origen Protegida Sidra de Asturias, «la manzana asturiana de sidra es la mejor del mundo» gracias a nuestro clima y nuestra tierra, no a pesar de ellos.

En un momento en el que los proyectos mineros como las prospecciones en Peñamayor y las minas de Salave están en el centro del debate, debemos preguntarnos: ¿qué estamos dispuestos a sacrificar?

Ahora, pensemos en lo que está en juego. Las promesas de prosperidad de los proyectos mineros suenan tentadoras, pero debemos preguntarnos: ¿a qué coste? Los empleos suelen ser temporales, y los beneficios económicos, concentrados en pocas manos. Mientras tanto, los daños al medioambiente y a la salud pública afectan a todos. La minería puede destruir acuíferos, contaminar el aire y dejar paisajes irreversiblemente dañados. ¿Qué pasará con nuestras pomaradas, con nuestras sidras y con los manantiales que sustentan nuestra vida diaria?

A quienes ven en estos proyectos una oportunidad, debemos escucharles con respeto y abrir un diálogo con cordura donde se construyan soluciones que unan, en lugar de dividir. Sí, necesitamos empleo y desarrollo, pero no a cualquier precio. Como señala Adela Cortina, una ética responsable considera las consecuencias de nuestras acciones y en última instancia, se compromete con la verdad y el cumplimiento de las promesas. En vez de priorizar proyectos que destruyen, debemos invertir en alternativas sostenibles que respeten nuestra tierra y nuestra gente.

Asturias tiene un futuro prometedor si apuesta por un desarrollo que ponga en valor lo que nos hace únicos. Podemos ser líderes en sostenibilidad, en turismo responsable y en productos de calidad como nuestra sidra. Pero para lograrlo, debemos proteger nuestros recursos naturales, empezando por el agua, nuestro verdadero oro. Sin ella, no hay manzanas, no hay sidra, no hay Asturias. «¿Hay metales estratégicos en Asturias? Por supuesto que sí, pero apostemos por nuestra mayor riqueza que no está bajo tierra, sino en nuestra Asturias verde.

El debate sobre la minería no es solo técnico ni económico; es profundamente ético. ¿Queremos un modelo que priorice el beneficio a corto plazo de unos pocos, o uno que garantice el bienestar a largo plazo de todos? La respuesta está en nuestras manos. El agua que hoy bebemos y el aire que hoy respiramos son un legado que no podemos permitirnos contaminar. Porque, como dice el título de esta carta, el sello de calidad de la manzana asturiana está en el agua que bebe y en el aire que respira. Protejámoslo.

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